Cuando el 30 de junio de 1911 se crearon las Fuerzas Regulares Indígenas, comenzaba la historia de la Unidad más laureada del Ejército español.
Su irrupción en las campañas marroquíes dotó al Ejército de unas tropas autóctonas que conocían a la perfección el terreno, el idioma, las tácticas y la idiosincrasia de las kábilas que se levantaron contra la presencia española en el Protectorado de Marruecos.
Al frente de las tropas de Regulares, los oficiales españoles tenían el reto de imponer una instrucción intensa y una severa disciplina e inculcarles un estricto sentido del deber. Así, junto a un trato cercano con los subordinados para comprender sus costumbres, el ejemplo de los oficiales sería una pieza clave para el pleno desarrollo de esta joven unidad.
Su puesto en extrema vanguardia, su valor demostrado y su lealtad no solo cumplió el propósito de su creación, sino que les convirtió en la Unidad más condecorada del Ejército español, y su extraordinario comportamiento en combate les hizo acreedores al derecho a poseer bandera propia.
Marruecos, Guerra civil, Ifni y más recientemente todas las misiones internacionales en las que ha participado España han contado con la presencia de las unidades de Regulares. En todas ellas han adquirido una gran experiencia, adaptándose a los lógicos cambios en las técnicas, tácticas y procedimientos de actuación, así como a los del equipo individual, material y armamento.
Fruto de esa historia y de su continua preparación el actual soldado de Regulares es un infante cualificado, duro, resistente, ágil y disciplinado. Y está en condiciones de ser empleado, como en el pasado, en el lugar y momento que el Mando considere oportuno, con la total seguridad que como hicieron sus antecesores sabrán responder a su llamada, con cohesión y una sólida base moral, esencia de los Regulares de ayer y de hoy.