Su infinito sacrificio para proteger la retirada de sus compañeros desde Annual, le valió la concesión de la Cruz Laureada de San Fernando. Un reconocimiento que tardó en llegar 90 años, y que le fue concedido por su actuación heroica a lo largo de las trágicas jornadas en las que se produjo la caída del frente de la Comandancia de Melilla.
Aquel lejano 23 de julio a las cuatro de la mañana, se reunieron por última vez los clarines del Alcántara para tocar diana. Amanecía así el día más amargo del Regimiento. Una jornada histórica durante la cual sus escuadrones de multiplicaron para proteger el repliegue de las fuerzas que se retiraban desde diversas posiciones sobre Dar Drius. Su esfuerzo y su sacrificio consiguieron su objetivo, aunque al acabar ese sábado solo sobrevivieron 218 cazadores del Alcántara, y muchos de ellos heridos. Pero a pesar de que el Regimiento quedó prácticamente desecho como Unidad mantuvo el espíritu de sus cazadores , y a ellos se les confió la defensa de puntos especialmente importantes, como la Alcazaba y el aeródromo de Zeluán o la puerta de Monte Arruit.
Cien años después, Valladolid, cuna de la Caballería española le ha dedicado el homenaje debido. El sonido de los tambores y los clarines y el paso de los caballos de la Guardia Real ha congregado a los ciudadanos de Valladolid en torno al monumento dedicado a esta gesta. Y sus jinetes acostumbrados a pasar desapercibidos entre el bullicio del Paseo de Zorrilla se han sentido extrañamente protagonistas y silenciosamente emocionados.
Han escuchado los hitos de su heroico comportamiento subrayados por los distintos toques de caballería magníficamente interpretados por una unidad montada de lanceros y coraceros de la Guardia Real, y sin duda han recordado esos momentos en los que cada uno de ellos se enfrentó a la historia con dolor y con honor.
Si este acto tenía un momento central, sin duda fue el homenaje a los caídos. Era el reconocimiento a todos los que fueron fieles al juramento que empeñaron, a los que acataron las órdenes con lealtad y a los que cumplieron con su deber mucho más allá de lo exigible. Mientras los guiones se inclinaban en señal de respeto, miramos al jinete que cabalga escorado sobre su montura y reconocimos en él a todos sus compañeros que dejaron su empeño en socorrer a los sitiados de Igueriben, en cubrir las alturas del barranco de Izumar para proteger la retirada de Annual y en recoger en sus monturas a los rezagados. En su gesto decidido reconocemos a los jinetes que protegieron Dar Drius, a los que se abrieron camino hacia Batel, y a todos los que protagonizaron las repetidas cargas que permitieron que las tropas españolas cruzasen el río Igan. Y todavía coincidiendo con las últimas notas del toque de oración, reconocemos a los del Alcántara defendiendo con pasión la puerta de Monte Arruit, el último bastión antes de caer bajo las gumías rifeñas.
Cien años después de vuestro inmenso sacrificio Valladolid ha sido el escenario de un homenaje debido. Os lo debía la cuna de la Caballería y os lo debía España, la nación que os vio partir para no regresar jamás, pero que supo de vuestra entrega para cumplir vuestro deber con grandeza.