LA GUERRA Y LOS ANIMALES

17.02.2012 21:04

“Por entregar un mensaje bajo condiciones excepcionalmente difíciles y contribuir con ello al rescate de una tripulación de la Real Fuerza Aérea (RAF).  Así se justificó la medalla al valor entregada en la II Guerra Mundial a … una paloma

NEHU 40 NS 1 era el contundente nombre oficial del ave, y se la premió por el salvamento de los tripulantes de un avión torpedero británico Bristol Beaufort que, alcanzado por los alemanes durante una misión en Noruega, hubo de hacer un amerizaje de emergencia  en el Mar del  Norte en un gélido febrero de 1943. Perdido el contacto por radio, encaramados desesperadamente en los restos del fuselaje, con mal tiempo y olas enormes, los aviadores soltaron como última esperanza  la paloma mensajera que llevaban. El pájaro exhausto, empapado y cubierto de petróleo consiguió llegar a los cuarteles del RAF  Pigeon Service, donde los expertos fueron capaces de retrazar su ruta para dar con los náufragos y rescatarlos. Dado que la denominación numérica era algo fría para un héroe, a la paloma se la rebautizó con el nombre de Winkie

                            

 

Éste es solo uno de los extraordinarios casos de animales implicados en la guerra. El caballo ha sido indisociable de la batalla durante milenios. También el elefante, el camello o la mula, y menos conocidos son el uso que se ha dado a las ratas para detectar minas o las focas y delfines como armas submarinas.

Utilizar a los animales en las guerras no es cosa nueva, los cartagineses utilizaron elefantes contra los romanos. Y los romanos para luchar contra los elefantes usaban cerdos, los untaban con brea o cualquier sustancia inflamable, les prendían fuego y los soltaban contra las líneas enemigas; al parecer, a los elefantes les horroriza el agudo chillido del cerdo provocando el pánico de los paquidermos y causando estragos entre sus propias líneas. Los chinos utilizaron un sistema parecido pero con monos.

Los caballos, fueron utilizados durante muchísimos años, como transporte y como fuerza de ataque, quizás se le pueda considerar el mejor y más valiente “soldado animal” de todos los que participaron en las guerras, encuadrados en sus propias unidades y su propia Arma, la Caballería, siendo la base de temibles unidades militares en los más poderosos ejércitos, desde los jinetes macedonios del gran Alejandro Magno hasta los coraceros de Napoleón. Su destino está indisolublemente unido al de sus jinetes en las victorias pero sobre todo en las tragedias. 

Solo durante la I Guerra Mundial murieron 8 millones de caballos

En el verano de 1942, en plena Segunda Guerra Mundial, el tercer regimiento “Savoia Cavalleria”, uno de los más antiguos de la caballería del ejército italiano (creado en el siglo XVII), comandado en aquella jornada del verano ruso por el coronel Alessandro Bettoni, arrolló, ayudado por el factor sorpresa, a un contingente soviético muy superior en número y armamento, logrando una pequeña gesta para las armas transalpinas y dejando un epílogo victorioso para el caballo en la desgraciada historia de las guerras.

                  

Los italianos ponían el último capítulo bélico afamado en la relación secular de caballos y jinetes. Fueron los últimos galopes furibundos, la escena final de una época que realmente ya se extinguía desde varias décadas antes. La última carga de la caballería.

 

Los perros entrenados para la lucha ya combatieron en tiempos de los romanos y fueron usados también por los españoles en el siglo XV; sirvieron también en muchas otras guerras como exploradores y para detectar municiones en emboscadas en la guerra de Vietnam al igual que lo hicieron en la guerra del Golfo para buscar armas y explosivos.

Los soviéticos crearon perros anti-tanques. A estos animales se les acostumbraba a comer debajo de los tanques y cuando eran llevados al frente, se le ponía una mochila de explosivos sobre su lomo y los lanzaban contra los tanques enemigos. Al meterse debajo de ellos, se accionaba una palanca en la parte superior de la mochila que actuaba de detonador.

Canarios y ratones eran introducidos en los túneles cavados detrás de las líneas enemigas para detectar gases venenosos.

 Las palomas usadas como mensajeras ya en tiempos de los griegos y romanos siguieron haciéndolo mucho después y en la Primera Guerra Mundial equipadas con cámaras quizás fueron los primeros fotógrafos aéreos; en la Segunda Guerra Mundial todavía se usaron como mensajeras cuando no se podía utilizar la radio.

                                              
Los nazis, les ataban unas pequeñas cámaras a su cuerpo y mediante ellas obtenían imágenes a lo largo de la Línea Maginot, conjunto de defensas construido por Francia para resistir los posibles ataques alemanes luego de la Primera Guerra Mundial.

El gobierno de Estados Unidos en el año 1941 estableció una subdivisión del cuerpo de comunicaciones llamada Servicio de Palomas del Ejército. Llegaron a emplearse hasta en los submarinos para no revelar su posición; los propios aviones antisubmarinos a veces soltaban palomas que llevaban información para su base.

Los ingleses crearon lo que se conoce como “La cruz de la victoria para animales”, la medalla Dickin.


Entre 1943 y 1949 se concedieron 54 medallas Dickin: 32 para palomas, 18 para perros, 3 a caballos y 1 para un gato.

 

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