Hace 209 años, los zamoranos se pasearon por el Norte de Europa entre la admiración de monarcas, militares y pueblos que los vieron marchar por medio continente.
En 1806, tres batallones del Regimiento de Infantería Zamora, formados por 2.256 hombres, iniciaron una larga misión que les llevaría a la lejana península de Jutlandia, en Dinamarca. Formaban parte de la expedición española desplazada por orden de Napoleón durante el nefasto mandato de Godoy que precedió a la invasión francesa en el reinado de Carlos IV.
El emperador galo apeló al Tratado de San Ildefonso, que sellaba la alianza hispano francesa, para reclamar a España el envío de 14.000 hombres de escogidas tropas que debían acudir a Alemania con el objetivo de guarnecer las costas del mar Báltico y aumentar el bloqueo económico al que quería someter a Gran Bretaña. En tierras germanas quedaban los últimos puertos en los que los ingleses podían comerciar. Además la salida del ejército facilitaría la anexión de España.
El Regimiento de Zamora, junto al batallón de infantería ligera de Cataluña, el Regimiento de Guadalajara, el de caballería de línea de Algarbe, el de Dragones de Villaviciosa y una compañía de artillería, constituía los 6.140 hombres que recibieron la orden de marcha del ambicioso Godoy.
Comandaba la división el general de origen irlandés Juan Kindelán, segundo del comandante en jefe de los que sería la División del Norte, y Pedro Caro y Sureda, marqués de la Romana, quien añadió más soldados a la expedición.
Finalmente, cerca de 9.000 hombres atravesaron Europa desde tierras españolas.
Las crónicas de los historiadores recogen el asombro de los habitantes de más allá de los Pirineos al paso de aquellos hombres ”de rostro altivo y paso vivo, pequeños, de ojos vivos, muy morenos, y con los dientes muy blancos. Los soldados portaban consigo tartanas con la impedimenta y un alto número de mujeres y niños.” La presencia de la familia de los soldados era habitual en las campañas militares. Los españoles además exportaban costumbres novedosas, como fumar cigarros en lugar de tabaco en pipa, como solían hacer los europeos.
Las tropas de Zamora partieron en abril de 1807 y hacia finales del mes de junio entraron en combate en la Pomerania, defendida por los suecos. El valor demostrado por los adscritos al regimiento zamorano despertó la admiración del mariscal francés Juan Bautista Bernadotte, quien tomó para su guarda personal a 100 granaderos escogidos de aquella tropa.
La expedición reunida en la ciudad de Hamburgo, permaneció en la población como servicio de guarnición durante el invierno de 1807-1808. Pronto se hicieron populares a pesar de su carácter vehemente e impulsivo y como se señalaría “preferirían tener a diez españoles alojados antes que a un francés, holandés o italiano”.
Transcurrían los meses y en España se avivaba la tensión que dio origen a los episodios de 1808. Napoleón temía que llegase a oídos de los soldados españoles el estallido de lo que sería la Guerra de la Independencia, y en julio de este año les da la orden de internarse en Dinamarca.
Las tropas españolas son diseminadas y el Regimiento de Zamora es enviado a Jutlandia. Para entones, lo que está ocurriendo en España, es un secreto a voces y el marqués de la Romana pacta secretamente con los ingleses y se propone reunir la tropa para regresar a combatir a España.
En Jutlandia los zamoranos escribieron una de sus páginas más gloriosas, mandados por el coronel Vicente Martorell y Valdés. En España la Junta Suprema, en representación del rey Fernando VII en el exilio, reunida en Sevilla en 1809 acuerda declarar la guerra a Dinamarca para confirmar la alianza con los británicos en la lucha contra Napoleón.
El Regimiento de Infantería Zamora, para poder embarcar rumbo a España tenía que cruzar el estrecho del Gran Belt, entre las islas de Funen y Zelanda. En la isla de Funen estaba, además, la mayor fuerza de resistencia francesa y debían recorrer con toda urgencia la parte sur, de terreno quebrado y cubierto de bosques, para tomar la plaza y el puerto de Nyborg. Lo consiguieron con una marcha en la que, andando y combatiendo, “recorrieron 18 leguas en 21 horas venciendo con ello la resistencia enemiga, vencieron las dificultades del terreno y el agobio del tiempo, y lograron que su presencia en Nyborg fuese oportuna y decisiva. Ni siquiera la superioridad de los franceses pudo con el coraje de los españoles, que rechazaron todos los ataques hasta que la Escuadra británica atracó y pudieron embarcar para regresar a España.
En el barco de vuelta se contaban 8.981 hombres, de los 1.652 hombres de tropa, y 58 oficiales pertenecían al Regimiento de Zamora. De aquella arriesgada aventura quedan testimonios como los grabados hechos por daneses que representan todos los uniformes de la División española, y en los que aparecen hombres vestidos con los atuendos tradicionales de Zamora.