05.03.2019 18:38
A veces es fácil morir. Eso debió pensar Fernando cuando cayó en el suelo arenoso de Ifni. Avanzaba junto a sus compañeros cerca de Biugta, cuando fue alcanzado por una bala en el intenso fuego de fusilería que lanzaron los rebeldes casi a las puertas de su objetivo. Fernando pertenecía a la segunda compañía de la I Bandera Paracaidista, que en diciembre de 1957 había sido trasladada a Ifni para proteger las posesiones españolas atacadas por tropas marroquíes. Allí en la Operación Netol, en el Bautismo de fuego de la Compañía, el CLP Fernando Ramos Rodríguez encontró la muerte casi de improviso, y se marchó sin despedirse, sin concesiones a la épica y sin más tiempo que el que dura el parpadeo de una estrella.
Sin duda tuvo un recuerdo fugaz pero intenso para Justina, su madre y para sus hermanos. Seguramente también se vio en su lejano Vigo, bañado por el mismo océano que dormitaba tranquilo al costado de esta lejana tierra española, en la que Fernando encontró una muerte demasiado temprana. Quizás mecido por una serena brisa, se lanzó en su último salto poniendo rumbo a un cielo que en absoluto le resultó extraño.
Su temprana muerte en una guerra lejana puso un punto y aparte en su memoria. Su familia que reclamó su cuerpo, lo repatrió a su Galicia natal y su recuerdo se fue asentando en la nostalgia con la que se hablaba del hermano que murió en África. El tiempo que siempre cubre de polvo los anaqueles de la historia, dejó un pequeño rastro como testigo de su memoria. La boina negra, su rokiski, las fotos que nos devuelven un joven CLP ilusionado y orgulloso y su propio nombre transmitido a su sobrino Fernando, como homenaje al hermano mayor de la familia.
CLP Fernando Ramos Rodríguez
( Colección del autor)
En la otra familia, la de sus compañeros, nunca olvidaron su muerte porque entre sus pilares está el deber de gratitud hacia sus caídos y por eso Fernando, que pagó con su vida su servicio a España, siempre tuvo su lugar entre ellos. Así lo comprobé cuando me dirigí a la BRIPAC para preguntar por esta historia de guerra. La magnífica respuesta del entonces Capitán de la segunda Compañía, Ricardo Esteban Cabrejos me devolvió el relato de lo ocurrido, la ilusión de conocer su historia y la emoción de saber que como primer caído de su Compañía, se le recordaba especialmente en la cena que cada año celebraba su entrada en fuego. Fue una agradable sorpresa sentirnos partícipes de un acto de la gran familia paracaidista y comprobar que el CLP Fernando sigue presente. No solo forma parte de la nómina de los que merecen ser recordados sino que, además desde que la Brigada se trasladó a Paracuellos, le da nombre a uno de los alojamientos de tropa. Fue entrañable ver su nombre sobre la puerta del edificio, y reconfortante constatar que su espíritu seguirá presente entre los nuevos paracas. Un espíritu de sacrificio y entrega que Fernando demostró y selló con su vida y, que hoy como ayer es el santo y seña de los soldados que han hecho de su vida, un permanente acto de servicio entre el cielo y la tierra.
El niño que recibió su nombre en homenaje a su tío, es hoy también militar. Sin conocer aún esta historia, escogió la milicia como forma de vida y hoy con orgullo y humildad a partes iguales, se siente deudor de esta herencia. De la mano de los sucesivos capitanes de la compañía a la que perteneció el CLP Fernando, ha seguido acudiendo a los actos en los que la Brigada ha querido tenerle cerca.
Con la suerte que a veces acompaña a las iniciativas que se acometen con ilusión, Fernando, hoy Comandante del ET buscó y encontró recuerdos personales y documentos de su tío, y entre nuevas fotos y papeles halló una vieja carta que daba valor a su búsqueda. Una carta escrita en 1957 por el Teniente Cassinello que comunicaba a la madre la muerte de su hijo y explicaba cómo sucedió la fatal noticia; una carta de un gran valor documental y emocional, que ha querido compartir con los nuevas generaciones de soldados, con los nuevos paracaidistas de la segunda compañía. Para ello contó con la invitación de su actual capitán, que a su vez se vio ampliada por la del Teniente Coronel Rodríguez de Guzmán que la hizo extensiva a todos los componentes de la I Bandera.
El acto tuvo lugar el día 11 de febrero y fue una lectio brevis de historia y moral para los jóvenes paracaidistas. Comenzó con la exposición del contexto histórico de la Operación Netol, que en los albores de la olvidada guerra de Ifni, marcó para la Brigada Paracaidista su bautismo de fuego y fue testigo de sus primeros saltos de combate. A continuación se dio lectura a la carta, motivo central de este acto y en la que se relata con un laconismo militar no exento de una profunda pena, la muerte del CLP Fernando, sus valores militares y el sentimiento de tristeza de su Teniente al transmitir a la madre del fallecido esta noticia. La carta que nadie quisiera recibir.
Tras su lectura el Teniente Coronel dirigió un breve discurso para poner en valor la propia acción militar y el valor moral que adquiere para los soldados la muerte en combate, y tras él, el sobrino del protagonista de esta historia se dirigió a los presentes para transmitir su emoción por estar entre los sucesores de su tío para rescatar su historia, para darle visibilidad, y para recrear el espíritu de aquellos primeros paracaidistas que sentaron las bases de esta gran Unidad, y murieron con las botas puestas.
Vaya desde aquí mi sincero y respetuoso homenaje al CLP Fernando Ramos Rodríguez, primer caído en combate en acción de guerra de la I Bandera "Roger de Flor", que murió en Ifni el 1 de diciembre de 1957. " Recibió un tiro en el pecho, quiso continuar y le tuve que ordenar se quedase refugiado entre unas piedras" relataba su teniente. Ese es el espíritu que le caracterizó y que hoy rescato de la Historia como ejemplo para los que, bajo el uniforme militar, siguen sus pasos al servicio de España.
Mercedes Pordomingo Esteban
Teniente RV